Resulta extraña la rápida gestión gubernamental al formular un proyecto para el desarrollo de la agroenergía en Venezuela, pues hasta hace unas semanas el gobierno era ferviente opositor de la puesta en marcha de este tipo de energía alternativa.
El Presidente de Venezuela, en cadena por los medios de comunicación social, fustigó la alianza de Estados Unidos con Brasil para la producción de etanol -combustible cuya base es alcohol y es extraído de algunos vegetales-. La razón del jefe de Estado era que atentaba contra la seguridad alimentaria de los países latinoamericanos.
Pero la Cumbre Energética sirvió de escenario internacional para su cambio de opinión, ya que hizo un anuncio del uso del etanol en Venezuela para sustituir el plomo presente en la gasolina y que tantos efectos negativos ha ocasionado a la salud pública.
Lo cierto es que luego de tanto escándalo, el país producirá este biocombustible. Hay que señalar que el desarrollo de las energías alternativas resulta cuantioso para un país. Un país como Venezuela con desnutrición infantil. Un país donde todavía la gente muere por tuberculosis. Un país que definitivamente huele a etanol.
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