Estaba sentada revisando la agenda del primer debate de la clase de Periodismo Interpretativo que es sobre la Reforma de la Ley de Ejercicio del Periodismo, cuando sentí el maullido de un gato. Al principio ignoré el sonido, pero luego fue imposible desconocer tal ruido, porque mis alumnas de Periodismo Interpretativo decidieron consultar en plena evaluación de hipótesis, el destino del felino para esa noche. Sencillamente resultó ser el dilema del gato en clase de Periodismo.
Un desespero colectivo se apoderó de la
sala de redacción. Todas necesitaban buscar cobijo para el pequeño gato
negro. Alguien, suplicó: ¿quién se lleva
el gato por una noche? Otra estudiante, mientras terminaba de redactar las
20 hipótesis, trataba de resolver el
destino del gato. Tengo que pedir permiso, señaló. Y es que el desprotegido gato
ya descansaba en los brazos de una de las redactoras, quien lo acariciaba,
mientras yo seguía revisando la agenda del debate. Miré al gato y observé cómo
intentaba abandonar sus brazos.. Ella lo mimaba y decía: no me lo puedo llevar
porque tengo dos perros y se lo van a comer.
La disyuntiva sobre el futuro del gato negro continuó por varios minutos
más.
Y es que este acontecimiento, despertó en
mi memoria el recuerdo del viaje de retorno de Bogotá con mis alumnos de
Periodismo Científico del año 2008, cuando un grupo decidió en Colombia velar
por los derechos de un perro, un snausser gris que iba a ser nuestro compañero
de viaje en un autobús y es que ellos- como defensores de las especies- se
opusieron a que el canino viajara junto a las maletas. Y lo lograron. Sin embargo, el snausser gris no soportó los
embates de la carretera y vomitó por el pasillo del transporte. Colaboraron con
la limpieza y a pesar del incidente los
alumnos continuaron defendiendo al animal, pero el chofer y parte de los
pasajeros, decidieron enviarlo al maletero. Al llegar a Cúcuta, se alegraron por la sobrevivencia del animal,
quien al verlos parecía sentir y reconocer a quienes eran sus defensores.
Ambos antecedentes me hacen plantear una
hipótesis ¿los alumnos de Comunicación Social aman a los perros y gatos? Sé que
la pregunta tiene sus deficiencias semánticas, si pienso en Periodismo Interpretativo,
pero la inquietud surgió sentada en la sala de redacción cuando –si mi memoria
no me falla- revisaba precisamente el punto sobre el periodista en la
sociedad.
De nuevo oí la voz de alguien en el salón:
sólo por una noche. Hasta les dije que
escribiría una crónica sobre el episodio con el gato. Lo último que supe de él–antes
de concluir la evaluación de las hipótesis- es que se llama Nelson, y una
alumna de la otra sección, se lo llevó –supongo- que sólo por esa noche.
Pensando en la factibilidad de la hipótesis
sobre al amor de los alumnos por los perros y gatos, creo que no serviría para
un reportaje. No haría falta verificar nada. Sin muchas técnicas de
investigación y sólo por esa noche, me di cuenta de algo: quienes defienden a
un animal con esa vehemencia y actúan como
un colectivo, serán buenos periodistas. Y esta conclusión se la debo a
la llegada de Nelson a la clase de periodismo.
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