En menos de dos años ha ocurrido una serie de desastres naturales que incitan al análisis de sus causas y efectos, no sólo desde un punto de vista económico, social o cultural, sino desde la óptica científica, pues la Tierra no sólo está despierta, está furiosa. La humanidad ya está familiarizada con definiciones científicas anteriormente desconocidas y vinculadas con los desastres naturales –como tsunami–. En un breve período y para su infortunio, ha palpado las devastadoras consecuencias de terremotos, huracanes, tormentas tropicales, vaguadas y hasta de los llamados coletazos. Ya la sociedad decodifica el lenguaje de la ciencia ambiental y metereológica. Tras el tsunami ocurrido en Asia, el eje terrestre se inclinó 2,5 centímetros –según estudios de la NASA–, además aceleró el proceso de rotación y la duración del día disminuyó tres microsegundos. Y todavía la mayoría de los habitantes de América consideran que este desastre no afectó su cotidianidad. Resulta insoslayable dedicar lí...